martes, 19 de febrero de 2013

Libro el Diario de Sara



http://www.elmundo.es/documentos/2004/06/sociedad/malostratos/2006/diario_sara/01.html 


Comparto este Diario de Sara,  porque en el se refleja las circunstancias vividas, soportadas por "Una mujer maltratada" por quién le juró amor puro eterno y profundo!!  y quitarle la tristezas de sus bellos ojos..La mujer maltratada se aisla, calla siempre, queda paralizada ante tanto horror excusado con las nubes de miel, que ejerce el maltratador...siempre necesita creer en el gran cambio prometido, en las promesas que son incumplidas. Espera décadas de años  al "GRAN MILAGRO DE CAMBIO DEL MALTRATADOR PERVERSO" que jamás se cumplirá.....El maltratador minimiza las agresiones, manipula y le preocupa mucho la imagen de fuera, siendo en la clandestinidad del hogar un depredador emocional asesino de su pareja..que siempre actúa a escondidas, sin testigos, sin huellas, teniendo a su merced sádica a la esposa..
Sé que no debería haber vuelto después de la primera paliza, pero volví. ¿Por qué? Porque no creo que esto me pueda estar pasando a mí. Es imposible que alguien que me quiere pueda tratarme de esa manera.
No acabo de recuperarme del shock y me abrazas, me besas, tu cara ha cambiado, eres dulce y tierno, me pides perdón una y mil veces… Me dices que soy la mejor mujer del mundo y que nunca se repetirá. Actúas como si nada hubiera pasado y siento una confusión absoluta. ¿A lo mejor no era para tanto? Y tu sonrisa y tu actuar me confunden, tú te justificas con un montón de palabrería, mirándome tiernamente y actuando como si nada.
24 de diciembre 2003

LLEGASTE A MI VIDA sin yo esperarlo. Me querías convencer de que me amabas y poco a poco fuiste entrando en mi corazón y despertando sueños de amor. Fui aprendiendo a amarte, y ahora que te quiero,me partes en dos.

 ¿Así me quieres que no te importa mi dolor? Te quiero. Quiero poder comunicarme con mi pareja. Cuántas horas de soledad para poder pensar y aclararme. ¡Qué pena, mi amor, que no puedas hablar y escuchar!

3 de enero de 2004
SIGO INTENTANDO RECORDAR esa primera vez, tu cara pegada a la mía, al mismo tiempo apretando mis pómulos para que me calle, no lo puedo creer e intento escapar, corres detrás de mí, me coges por los aires, abrazándome por detrás a la altura del pecho y dejando inmóviles mis brazos. Mis pies se balancean pero ni rozan el suelo. Me mueves rápidamente de una a otra habitación hasta que me lanzas sobre la cama.
Te subes encima de mí para sujetarme las piernas e inmovilizarme en el forcejeo. Cabezazo en la nariz. Comienzo a gritar y a llorar más fuerte, me suelto y me arrincono en un lado de la cama, pegada a la pared. Me dices: «¡Basta ya!, ¡para esto!, ¡no sigas!». Yo no entiendo, no sé cómo pararlo. Para volverme a agarrar me coges de los pelos y sin querer —según tú— mi cabeza se golpea contra la pared. Siento que la pinza que me sujeta el pelo se rompe y se me clava. Vuelvo a gritar de dolor. Vuelves a inmovilizarme. Cada vez que me agarras golpeas mi pecho. Me ahogo entre mis lágrimas, mocos y la sangre que brota por mi nariz. La habitación está oscura. Pierdo la noción del tiempo.
No soportas verme y oírme llorar. Me pones una almohada sobre la cara para que me calle. Me revuelvo, no puedo respirar, no sé qué va a pasar. No recuerdo cómo acabó.
Después no sentía nada. Hacía todo lo que tú me decías, te seguía como una autómata. Cuando por fin me quedé sola, llamé a un amigo que estaba cerca. Y lloré y lloré… No me lo creía.

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